Carta desde la Luna


Estimada amiga,

No te lo vas a creer, pero te escribo desde la Luna.

Cuando recibas esta carta quizá ya no esté aquí, pues en breve tomaré el billete de vuelta, bueno, de vuelta o de ida, (ya sabes aquello que decía Cortazar, de que la vuelta era la ida en más de un sentido), pero en este preciso instante estoy sentada frente a Venus, con una tajada de sandía en la mano.

¡Quién nos lo iba a decir hace unos años, cuando jugábamos a inventar historias, y nos aventurábamos a imaginar qué y cómo seríamos de mayores!

Si te soy sincera, en aquel momento no lo creía posible, por mucha ilusión que me hiciera la idea, y tu cara sonriente junto a la mía, llena de entusiasmo, fuera un supermotor para imaginarlo, no podía creer que sería capaz de viajar a la Luna.

No sé en qué momento empecé a pensar que quizá sí fuera posible. Primero fue un leve chispazo, muy suave, sordo. Más tarde apareció una pequeña corriente de energía, serpenteante; hasta que por fin, el torrente de claridad se apoderó de todo mi ser, y supe que era posible hacerlo realidad.

Y sí, es verdad, he tardado un poco en llegar, y casi ceso en el empeño. Pero aquí estoy, y ahora más que nunca, segura de que el destello que veo desde este lugar, es tu espejo del alma haciéndome señales.

Te quiero.

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